Si
en algún momento alguien intentase trazar el mapa de la estupidez
humana, no lo duden, una parte de sus fronteras pasaría por Gáldar.
Porque supongo que habrá que serlo para actuar del modo en que lo
hiciesen quienes nos dejaron como fruto de su actuación las imágenes que
acompañan estas breves notas.
De nada vale que los Ayuntamientos, el
de Gáldar en el caso que nos ocupa, inviertan en mejorar servicios
públicos esenciales – el abastecimiento de agua potable lo es sin duda
–, si más tarde aparecen quienes optan por destrozar sin otro objetivo,
suponemos, que el de hacerlo. Nadie, en su sano juicio, sería capaz de
acercarse hasta dos conducciones de agua, sierra en mano, a cortarlas y,
con dicha acción reprobable, el suministro de quienes tuvieron el
infortunio de estar detrás del punto de corte.
También
cae en saco roto, por no buscarle otro espacio, las buenas intenciones y
los medios que se dediquen para mantener impecablemente limpio el
entorno. La consideración que se adopta frente a los contenedores de
basura, basta con ver las susodichas imágenes, distan mucho de las de
una persona civilizada. No entender, por muy pocas entendederas que se
posean, que los contenedores – en atención a su propia denominación –
son los recipientes destinados para los residuos, resulta bastante
preocupante. Quien no es capaz de discernir sobre tal, difícilmente lo
podrá hacer a la hora de adoptar decisiones de más enjundia. De esas que
requieren, aunque sea en escasa cuantía, del uso del raciocinio.
Hagamos
votos, no sabemos a dónde ni a quién, para que tales imágenes pasen a
formar parte de la historia que acaba por olvidarse y no de la actividad
cotidiana. Que gestos como los denunciados no vuelvan a repetirse.
Sobre todo, porque este tipo de comportamientos pone en entredicho el
avance evolutivo de la persona, al menos en lo que a la socialización se
refiere. Habrá que considerar, sin excesivo esfuerzo, que tales
actuaciones afectan a la colectividad de la que forman parte también
quienes de ese modo proceden. Por lo tanto, más tarde o más temprano,
acabarán siendo víctimas de sus propias tropelías.
Dejemos que la palabra, a veces fruto
del estado de ánimo que propician determinadas actuaciones, de paso a
las verdaderas protagonistas: las imágenes, que ponen en evidencia de
modo gráfico lo denunciado. Así que lo dicho y, de momento: ¡qué
desperdicio de neuronas!
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